Puntos clave
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El invierno viene acompañado de fenómenos atmosféricos que afectan directamente a la salud de la piel: bajas temperaturas, viento y reducción de las horas de luz solar[1].
La piel, como primera línea de contacto con el medio ambiente, es especialmente vulnerable a estas condiciones meteorológicas extremas[1].
Comprender los mecanismos por los cuales los fenómenos meteorológicos afectan a la piel durante el invierno es clave para poder establecer medidas preventivas que mejoren la salud dermatológica y prevengan el desarrollo de enfermedades[2].
Efectos de las bajas temperaturas sobre la piel
Los receptores de potencial transitorio (RPT) de las células epiteliales participan en el mantenimiento de la barrera cutánea y la homeostasis de la piel[2].
En particular, los canales iónicos vanilloides RPT, presentes tanto en las fibras nerviosas nociceptivas aferentes como en las células epiteliales, inducen la secreción de citocinas proinflamatorias ―tales como la interleucina 1b, la linfopoyetina del estroma tímico y el factor de necrosis tumoral α― en respuesta a las bajas temperaturas[2].
Esta cascada proinflamatoria deteriora y disminuye la función de las proteínas de la barrera epidérmica[2] y provoca un aumento de la pérdida transepidérmica de agua[1].
Las bajas temperaturas no solo afectan la integridad de la piel, sino que también tienen un impacto significativo en el curso de diversas enfermedades dermatológicas[1–4,9]:
- Dermatitis atópica
La dermatitis atópica (DA) es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que suele manifestarse en los primeros años de vida[3,9]. El curso clínico de la DA varía estacionalmente, y tanto las temperaturas bajas como las altas pueden agravar sus síntomas[9], aunque el frío suele presentar un impacto más intenso[1,3].
Estudios clínicos han sugerido que la activación de la cascada proinflamatoria en respuesta al frío podría exacerbar el proceso inflamatorio característico de la DA[1].
De hecho, se ha observado una mayor incidencia de DA en los niños nacidos durante la temporada otoño-invierno[2].
- Psoriasis
El frío también empeora los síntomas de la psoriasis[4]. Se recomienda el uso de prendas de fibras naturales, como el algodón, y mantener una adecuada hidratación de la piel para mitigar los efectos[4].
Efecto de la humedad y el viento
El frío no es el único factor invernal que afecta a la piel. La exposición al viento seco se ha identificado como un potencial desencadenante de la deshidratación del estrato córneo. Además, el viento seco reduce la humedad relativa del ambiente, lo que aumenta la susceptibilidad de la piel al estrés mecánico[12].
La baja humedad ambiental acelera la pérdida transepidérmica de agua y favorece una mayor activación del sistema inmunitario en pacientes con dermatitis atópica[9].
La filagrina, una proteína estructural clave para la integridad de la barrera cutánea[13], parece verse afectada también por el aire frío y seco, lo que agrava los síntomas de la DA y altera el pH de la piel[12].
El ambiente seco también empeora la condición de los pacientes con psoriasis. En este sentido, es fundamental que los pacientes con psoriasis utilicen productos emolientes durante el invierno para mantener la hidratación de la piel[4].
Se ha de tener en cuenta también que cuando hace más frío, la humedad desciende fuera y dentro de las casas. Encender la calefacción o la chimenea produce calor seco, elimina la humedad del aire y aumenta la presencia de alérgenos y contaminantes que pueden afectar al desarrollo de enfermades dermatológicas[14].
Este aire interior seco es un factor que contribuye al desarrollo de xerosis, especialmente en personas ancianas[5].
Se recomienda el uso de dispositivos como humidificadores de aire filtrado para aumentar la humedad relativa del ambiente en interiores[14].
Efecto de la disminución de las horas de luz
La reducción de las horas de luz solar durante el invierno tiene varios efectos en la salud dermatológica, tanto en la fisiología cutánea como en las manifestaciones clínicas de ciertos trastornos[6].
- Deficiencia de vitamina D
La exposición al sol es crucial para la síntesis de vitamina D en la piel[15]. A nivel mundial, existe una deficiencia generalizada de vitamina D[6], y la reducción de la exposición solar durante el invierno puede agravar esta deficiencia.
La vitamina D desempeña un papel importante en la regulación de la proliferación y diferenciación de los queratinocitos, además de contribuir al mantenimiento de una barrera epidérmica saludable[6].
La exposición solar también tiene beneficios notables para varias afecciones dermatológicas[6]. De hecho, la luz solar y los rayos ultravioleta A son beneficiosos en el 80 % de los casos de psoriasis[4]. En este contexto, el uso de análogos tópicos de vitamina D, solos o en combinación con corticosteroides, se presenta como una opción de tratamiento viable para los casos leves a moderados de psoriasis[6]. Asimismo, la fototerapia se considera el segundo escalón terapéutico en casos moderados y graves de psoriasis que no responden al tratamiento tópico[4].
Existe una mayor prevalencia de DA en latitudes geográficas más altas, lo que se correlaciona con una menor exposición al sol y una menor producción de vitamina D. Varios estudios están investigando el potencial terapéutico de la suplementación con vitamina D oral, especialmente durante los meses de invierno, para mejorar los síntomas de la DA. Sin embargo, no se ha alcanzado aún una conclusión definitiva sobre este enfoque terapéutico[6].
- Trastorno afectivo estacional
El trastorno afectivo estacional está relacionado con la reducción de la luz solar y puede tener efectos indirectos en la piel debido al aumento del estrés, la alteración del sueño y los cambios hormonales[7,8].
Los factores psicológicos influyen en la aparición de enfermedades cutáneas como el acné, la DA y la psoriasis[8].
Por tanto, es importante tener en cuenta que un manejo adecuado del del estrés, especialmente en épocas de mayor vulnerabilidad como el invierno, puede influir en la evolución favorable de diversas patologías de la piel[7,8].
Efecto de la ropa y el calzado
El uso de ropa de abrigo y calzado cerrado durante el invierno puede tener un impacto significativo en la salud de la piel, especialmente en personas con afecciones dermatológicas preexistentes[4,9–11]. El clima frío y seco, junto con la falta de ventilación adecuada bajo las capas de ropa, puede causar deshidratación cutánea y agravar patologías como la DA, la psoriasis y la xerosis[4,9,10].
Además, el aumento de la superficie de piel en contacto con los tejidos y la fricción generada por el uso de múltiples capas puede desencadenar irritaciones y reacciones inflamatorias en la piel y alterar su microbiota[10].
Se recomienda que las prendas en contacto directo con la piel sean preferiblemente de fibras naturales ―como el algodón, el lino y la seda― y evitar la lana y las fibras sintéticas[4,9].
En los últimos años, se han desarrollado textiles con potencial terapéutico que incorporan compuestos bioactivos, destinados a mejorar la disbiosis cutánea y tratar patologías dermatológicas como la DA[10].
Por otro lado, el uso de calzado impermeable y con poca ventilación crea un ambiente interno propicio para el desarrollo de enfermedades fúngicas en los pies, como la tinea pedis[11], y para empeorar otras patologías cutáneas, como la DA y la psoriasis[4,9]. Por ello, se debe favorecer el uso de un calzado cómodo que permita la máxima transpiración de la piel[4,9].
Recomendaciones generales[4,9,14]
El invierno es una época en la que aumenta la vulnerabilidad de la piel. Establecer medidas preventivas es clave para mantener su salud y evitar complicaciones.
Algunas recomendaciones son[4,9,14,15]:
- Aumentar la hidratación de las zonas expuestas al frío, como los labios y la cara[4,9,14].
- Utilizar dispositivos, como humidificadores de aire filtrado, que aumenten la humedad relativa en interiores[14].
- Utilizar prendas de vestir de fibras suaves y naturales, como el algodón, y evitar tejidos irritantes como la lana y fibras sintéticas, sobre todo, en pacientes con patologías preexistentes[4,9,14].
- A pesar del frío, asegurar una exposición a la luz solar adecuada, para favorecer la síntesis de vitamina D[15].
Referencias
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